Todos los años, por estas fechas, la gente mira al cielo y se pregunta acerca de que pudo ser la Estrella de Belén, la que adorna nuestras casas y calles. Pero antes de entrar de lleno en este tema, tenemos que mirar muy atrás en el tiempo para ver que se celebraba en estas mismas fechas, mucho antes de las actuales celebraciones de carácter religioso cristiano.
Casualmente, o más bien no, la fecha de la Navidad está cercana en el tiempo a una fecha astronómica muy significativa, el solsticio de invierno, que tiene lugar entre el 21 y 22 de diciembre. Este es el día más corto del año (en el hemisferio norte), y por tanto la noche más larga. Para nuestros antepasados era un momento recurrente donde la luz, que parecía que iba a ser absorbida por una noche cada vez más larga, era doblegada, y poco a poco, el Sol ganaba terreno y los días volvían a hacerse más largos. Este acontecimiento astronómico no pasó inadvertido a las antiguas civilizaciones, donde la luz jugaba un papel esencial. Tenemos ejemplos de grandes monumentos cuya causa principal en su orientación es el solsticio de invierno, como por ejemplo el gran túmulo de Newgrance (del neolítico 3.200 a.C.), en el que su eje principal, y que da entrada a la cámara central, esta orientado a la salida del Sol en el solsticio de invierno.
En la antigua Roma, por estas fechas, se celebraba un festival al que llamaban “el renacimiento” o “nacimiento del sol invicto” (Natalis Solis invicti) que daba la bienvenida al invierno, casualmente era para el 25 de diciembre. También, en estas mismas fechas, celebraban “las saturnales” que empezaban ocho días antes, el 17 de diciembre. Las casas se decoraban con vegetación, se encendían velas y, como parte de las fiestas, los romanos se intercambiaban regalos. Era una fiesta en honor a uno de los principales dioses romanos, Saturno. Como los días se acortaban y la tierra, de una forma simbólica, moría, había que contentar al dios del tiempo.
Como vemos, durante la era romana, “la Navidad” era parte de las festividades de su calendario, y fue sólo cuestión de tiempo, que según se asentó más y más el cristianismo en el mundo romano, los cristianos adoptaran estos ritos y los volvieran propios. Además, esta fiesta centrada en el renacer de la luz, se relacionó poco a poco con el nacimiento de Jesús, siendo el papa León I, el que el año 449 estableció esta fecha como una de las principales fiestas de la Iglesia católica, que después, en el 529, el emperador Justiniano la declaró fiesta oficial del imperio.
Hoy en día, el arraigo de esta fiesta, hace que la sigamos celebrando, como ya se hacía entonces, con regalos y encuentros familiares cada 25 de diciembre.
Ahora que ya tenemos relacionadas las fechas y fiestas, veamos como buscar una respuesta, a lo que pudo ser la Estrella de Belén.
Para empezar, tendremos que buscar las constancias que de ella tenemos en la tradición escrita, y vemos que sólo hay alguna referencia, más bien breve, en el Evangelio de San Mateo.
Mateo 2,1 dice:
Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos magos llegaron de Oriente a Jerusalén, preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo. »
Más adelante, en Mateo 2,7, la estrella se menciona por segunda vez:
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos y averiguó cuidadosamente el tiempo transcurrido desde la aparición de la estrella.
Y, finalmente, en Mateo 2,9-10 se menciona dos veces más:
Después de oír al rey, se fueron. Y la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella sintieron inmensa alegría.
No encontramos ninguna mención en autores romanos de la época, como Suetonio o Plinio el Viejo.
Pero, ¿qué fue la estrella de Belén?, ¿qué acontecimiento astronómico llamó la atención de los magos de Oriente?
Nuevamente surge un pequeño problema que nos hace revisar la historia, en este caso la elección del inicio de la era cristiana, ya que es importante saber, con la mayor precisión, la fecha concreta en que buscar eventos astronómicos relevantes que pudieran ser interpretados como esa “estrella de Belén”.
Teniendo en consideración los datos que a continuación vamos a detallar, podremos llegar a concluir, que hay una fecha más probable para situar el nacimiento de Jesús y esta tuvo que estar cercana al año 5 a.C. o incluso anterior. Lo primero que hemos de tener en cuenta es que Herodes murió, casi con seguridad, a finales de marzo o principios de abril del año 4 a.C. Esto coincide con dos errores cometidos por Dionisio el Exiguo al formular el calendario cristiano en el año 525. Dionisio calculó el año de la natividad a partir de las fechas de reinado de los emperadores de Roma, pero olvidó que César Augusto había mandado cuatro años con el nombre de Octavio y también omitió el Año Cero (justificable puesto que los romanos no usaban el número cero).
La fecha del día de Navidad es un accidente histórico. Se menciona por primera vez el siglo IV, aunque es posible que se celebrara desde mucho antes. Como hemos comentado más arriba, tradicionalmente la iglesia cristiana se adaptó a las prácticas paganas existentes y las cristianizó. La celebración de ese día era muy similar a la Navidad comercial del siglo XXI: se adornaban las casas con ramos verdes, se celebraban desfiles y comidas especiales y, sorprendentemente, se intercambiaban regalos; o sea, esa tradición no procede de los magos sino de ocho siglos, o más, antes de ellos.
San Lucas comenta que los pastores vigilaban sus rebaños en las montañas, pero en Belén diciembre es un mes duro en el cual las ovejas habrían estado bajo techo y no pastando fuera. Los pastores seguramente vigilaban de noche los rebaños de marzo a mayo, cuando nacían las ovejas y su ayuda era imprescindible en los partos difíciles. Ese dato sugiere que Jesús nació en marzo o abril. De hecho, algunos expertos han sugerido que la posada llena indicaría que era la Pascua judía, que en el año 5 a.C. cayó en 21 de marzo.
Así que, una vez centrada la posible fecha del nacimiento de Jesús, ahora debemos centrarnos en los otros personajes importantes de esta historia, “los reyes de Oriente”.
Si volvemos a leer los textos de San Mateo, en ellos no se dice nada ni sobre el aspecto de la estrella ni sobre los magos. No sabemos cuántos eran o de dónde procedieron. Y, desde luego, no dice por ninguna parte que fueran reyes. Se convirtieron en reyes en un canon eclesiástico del siglo VI.
Tampoco se comenta cuántos acudieron a la cita, fue más de uno porque se usa el plural. Como llevaron tres regalos, se cree que fueron tres, pero representaciones de la natividad en iglesias muy antiguas muestran a veces dos, cuatro, doce magos e incluso sesenta.
Aunque a menudo se supone que procedían de Babilonia, parece más probable que fueran persas y, probablemente, sacerdotes de la religión zoroastriana, llamados magos, con una fuerte tradición en la venida de un Mesías. Varias evidencias apoyan esta idea. Cuando Marco Polo atravesó el norte de Persia, los habitantes de Saveh le comentaron que los magos habían partido de su pueblo. Otros pueblos de la zona tienen una leyenda similar. Además, en las primeras representaciones de la natividad, pintadas sobre el siglo VI, los magos aparecen vestidos con la túnica y el pantalón persa.
Sin duda, se trataba de astrólogos que habían visto e interpretado algún fenómeno celeste que los llevó a Jerusalén. Siendo observadores del cielo, jamás se habrían dejado engañar por un planeta tan conocido como Venus. Hay que buscar otra explicación más probable, si es que la estrella realmente existió.
Situando como referencia este año 5 a.C., podemos empezar descartando muchos fenómenos propuestos para explicar la Estrella de Belén. No fue el cometa Halley, puesto que su aparición, descrita por los chinos, fue el 12 a.C. En los siguientes veinte años, no se conoce ninguna observación de otro cometa espectacular. Además, los cometas solían asociarse con las muertes y los desastres; no con los nacimientos.
La estrella tuvo que ser visible durante un par de meses como mínimo. Que los magos vinieran de tan lejos como Persia y fueran astrólogos descarta eventos temporales como los meteoros, que de forma regular se producen en el año. E incluso podríamos plantearnos no tener en cuenta las observaciones de planetas; así como que fuera a la conjunción de planetas ya que estas suelen durar una o pocas noches.
No obstante, el año 7 a.C. se dio una conjunción especial de Júpiter y Saturno. Entre mayo y diciembre, los dos planetas se acercaron tres veces en el cielo (con una separación sólo el doble del diámetro de la Luna) en un baile de aproximación y alejamiento. Aunque poco espectacular visualmente, el fenómeno sucedió en la constelación de Piscis (los peces), y el símbolo de Jesús fue el pez. Observar un fenómeno del rey de los planetas en la constelación de los judíos habría sido muy significativo para unos astrólogos. El problema es que tuvo lugar con dos años de antelación. Si fue la estrella de los magos, no tenían ninguna prisa por ir a Belén. Se cree que fue un aviso de que algo iba a suceder con el Rey de los judíos, pero faltaba el signo definitivo.
En febrero del año 5 a.C., los chinos y coreanos afirmaron haber visto lo que parece haber sido una nova brillante en el sur de la constelación del Águila. Esta estrella pudo observarse durante al menos setenta días y habría aparecido en el este del cielo matutino. Este habría sido el signo que los magos llevaban esperando dieciocho meses y les habría indicado el nacimiento del Rey de los judíos. La nova habría salido cuatro minutos antes cada día. Si los magos tardaron dos meses en llegar desde Persia a Jerusalén, una distancia de unos mil doscientos kilómetros, la estrella ya se habría visto en el sur al amanecer, justo la dirección de Belén desde Jerusalén. Así que, partiendo de Jerusalén al amanecer, la estrella les habría guiado a Belén.
Con este texto lo que hemos tratado de mostrar son las distintas explicaciones que se le podría dar a la existencia y aparición de la Estrella de Belén desde un punto de vista científico, más en concreto, astronómico, sin ninguna otra pretensión. Exactamente, hemos dejado que la Estrella de Belén siga iluminado y marcando la llegada de los reyes magos con sus regalos, que esperamos, que un año más lleguen a todos sus hogares.
(Por José María Sánchez)